Ya habían pasado cinco años desde que Kurtz abandonó el pueblo seducido por las promesas de la “Compañía”. Dinero, bienes de servicio, fama, mujeres,…
Cinco largos inviernos sin él desde que se adentró en la jungla de asfalto.
Decidí emprender un largo viaje y llegar hasta el corazón de la jungla en busca de mi amigo.
Trascurrida una década de infructuosa búsqueda, cerca de la confluencia de los ríos Iturrama y FuentedelHierro escuché rumores de tambores y escondiéndome entre farolas, coches, bancos y papeleras llegué hasta un claro de la jungla de asfalto (una plaza) y ahí estaban.
Eran cinco.
Nunca había visto nada igual.
Descubrieron mi presencia y ocultos bajo sus grandes y grotescas máscaras formaron y se pararon para observarme.
En un principio su actitud no parecía amenazante a pesar de su vestimenta. Y su reducido tamaño tampoco hacía presagiar lo que pronto sucedería.
El más pequeño de todos lanzó un grito y adoptó posición de ataque. Los demás en imitación gritaron y formaron junto a su líder una línea quebrada preparada para el ataque. Estaban quietos, esperaban una reacción por mi parte.
El miedo me atenazaba y como fieros animales lo “olieron” y me atacaron.
Creí estar perdido.
Primero atacó el más beligerante de todos ellos con una máscara emplumada. Estaba tan ocupado en quitármelo de encima que no me di cuenta que el resto se me abalanzaba por la derecha.
Eran pequeños pero su agilidad y fiereza me hicieron caer. Temí por mi vida y de repente todo se puso negro.
Me desperté sobresaltado.
¿Dónde estaba?.
Estaba en mi cama sentado, sudando con la respiración agitada.
Todo había sido un sueño.
Ahora voy a por ti.
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Autor y propiedad intelectual:
Rodrigo Asensio Pérez, arquitecto, urbanista, maestro en conservación y restauración del patrimonio arquitectónico y urbano
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